Fue un joven soldado torturado por el ejército comunista soviético hasta la muerte, por negarse a abandonar su fe. Aquí un extracto del libro:
“Repetidamente, camarada Moiseyev, usted ha infringido los
derechos de los compañeros soldados de su unidad y de su compañía, y de otras
unidades con los cuales usted ha estado en contacto. Su continua práctica de la
oración y la predicación son intolerables para otros que lo rodean. Repetidamente
se le ha ordenado que desista de este hostigamiento de órdenes, pero usted ha
rehusado. Sus observaciones religiosas sobre la propiedad del Estado han
violado los reglamentos sobre la separación de la iglesia y el Estado. A usted
no lo condena este tribunal, sino sus propias acciones. Aun hoy se le concede
una oportunidad para que acepte el juicio del tribunal, para que confiese su
actividad antisoviética y para que cambie públicamente sus puntos de vista. Se
le concederán tres días para que piense sobre eso …
… —¿Ha recibido usted órdenes
específicas de Jesucristo? —pregunto Dolotov con un tranquilo interés.
—No las he recibido en un sentido
distinto de las que recibe cualquier cristiano. Se nos ha ordenado decir las
grandes cosas que el Señor ha hecho para nosotros, ser testigos de su gloria
dondequiera que estemos. Camarada comisario, yo nunca he molestado a otros con
la predicación del Evangelio. Donde ha habido interés, he hablado del amor de
Dios y el cuidado que Él ha tenido de mí y de todos los que lo aman. No
considero que sea un crimen darle el pan al hambriento. Muchas de las cosas que
me han sucedido y que les han sucedido a otros son milagros. Muchos en nuestro
día dicen que no hay Dios, no obstante, Él está haciendo milagros porque El
ama a los hombres y quiere que sean salvos. La única actividad religiosa que he
practicado en la base es la oración. ¿Y cuál es la ley que le prohíbe orar al
ciudadano soviético? Ustedes me dicen que no hable acerca de mi fe, pero el
amor de Dios no puede esconderse. Está escrito: “Yo dije: No me acordaré más
de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un
fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo y no pude”. No le pido
misericordia a este tribunal, porque la misericordia viene de Dios estoy
depuesto a aceptar con regocijo la prisión. Se me ha dicho que seré sentenciado
a siete años. Entonces, permítanme aceptar esa sentencia. Es inútil que se me
conceda otro período para reconsiderar. No puedo negar al Dios que me ha dado
tanta felicidad. Sólo puedo alabarlo”.
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