31 mayo 2020

VANYA - La Historia que los Oficiales Sovieticos Trataron de Suprimir.

Vanya, (Ivan Vasilievich Moiseyev) 1952-1972.
Fue un joven soldado torturado por el ejército comunista soviético hasta la muerte, por negarse a abandonar su fe.  Aquí un extracto del libro:


“Repetidamente, camarada Moiseyev, usted ha infringido los derechos de los compañeros soldados de su unidad y de su compañía, y de otras unidades con los cuales usted ha estado en contacto. Su continua práctica de la oración y la predicación son intolerables para otros que lo rodean. Repetida­mente se le ha ordenado que desista de este hostigamiento de órdenes, pero usted ha rehusado. Sus observaciones religiosas sobre la propiedad del Estado han violado los regla­mentos sobre la separación de la iglesia y el Estado. A usted no lo condena este tribunal, sino sus propias acciones. Aun hoy se le concede una oportunidad para que acepte el juicio del tribunal, para que confiese su actividad anti­soviética y para que cambie públicamente sus puntos de vista. Se le concederán tres días para que piense sobre eso …
… —¿Ha recibido usted órdenes específicas de Jesucristo? —pregunto Dolotov con un tranquilo interés.
—No las he recibido en un sentido distinto de las que recibe cualquier cristiano. Se nos ha ordenado decir las grandes cosas que el Señor ha hecho para nosotros, ser testigos de su gloria dondequiera que estemos. Camarada comisario, yo nunca he molestado a otros con la predica­ción del Evangelio. Donde ha habido interés, he hablado del amor de Dios y el cuidado que Él ha tenido de mí y de todos los que lo aman. No considero que sea un crimen darle el pan al hambriento. Muchas de las cosas que me han sucedido y que les han sucedido a otros son milagros. Muchos en nuestro día dicen que no hay Dios, no obstante, Él está haciendo mila­gros porque El ama a los hombres y quiere que sean salvos. La única actividad religiosa que he practicado en la base es la oración. ¿Y cuál es la ley que le prohíbe orar al ciudadano sovié­tico? Ustedes me dicen que no hable acerca de mi fe, pero el amor de Dios no puede escon­derse. Está escrito: “Yo dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo y no pude”. No le pido misericordia a este tribunal, porque la misericordia viene de Dios estoy depuesto a aceptar con regocijo la prisión. Se me ha dicho que seré sentenciado a siete años. Entonces, permítanme aceptar esa senten­cia. Es inútil que se me conceda otro período para reconsiderar. No puedo negar al Dios que me ha dado tanta felicidad. Sólo puedo alabarlo”.
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En este enlace puedes leer el libro: