En el cristianismo a veces nos encontramos con ciertas situaciones que son difíciles de analizar de buenas a primeras. Cuántas veces hemos escuchado la urgente necesidad de predicar la palabra, de no perder el tiempo en nada, de estar entregados en cuerpo y alma predicando a nuestros vecinos, de "no enredarnos con las cosas del mundo”.
Por experiencia propia y por observación me he dado cuenta que una persona que está todo el tiempo “predicando” en su entorno, fácilmente se convierte en un pesado con el cual nadie quiere estar. “Ya viene este fanático otra vez” - dicen, y la gente rechaza su compañía.
En tiempos pasados escuchaba sermones y consejos sobre la urgencia de predicar, de no realizar actividades que interfirieran con esta sagrada misión – entiéndase: si usted practicaba un deporte, estudiaba una carrera, iba al cine, a la playa o se marchaba de vacaciones, o asistía a cualquier otra cosa era juzgado y visto de reojo por los demás hermanos. “¿Cómo es posible que pierdas el tiempo de esa manera?”….
Siempre he creído en la moderación de los puntos de vistas, en que la verdad no siempre se encuentra en los extremos. Por ello siempre he citado el caso del mismísimo Jesucristo:
Tenía un misión urgente que cumplir. La gente se perdía por millones en todo el mundo. Si Cristo hubiese seguido el punto de vista anteriormente señalado, a más tardar a los 15 años hubiese salido con urgencia a predicar a los perdidos. Es más, pienso que a los mismos 12 años, fecha en que se nos dice que se perdió de la vista de sus padres en el templo, Cristo hubiese empezado su ministerio. Pero las cosas no fueron así… Cristo tuvo un periodo (me imagino que de preparación mental y espiritual) para comenzar la misión encomendada por el Padre. La Biblia nos relata que esperó hasta tener unos 30 años para comenzarla.
Por si esto no fuera suficiente, el mismo Dios esperó, aproximadamente – según los acostumbrados cálculos, unos 4.000 años para enviar a Jesucristo a salvar al hombre!
¿Y qué de la gente que se perdió en ese entonces? Pues, definitivamente todo tiene su tiempo debajo del SolNo quiero que se entienda como que no debemos predicar, ser insensibles o descuidados con esta misión, nada de eso; sólo quiero ilustrar que la misma Palabra nos dice que hay tiempo para todo.
Cuántas personas han caído en el error de descuidar su familia y amistades, las pequeñas cosas de la vida, los pequeños detalles por estar en un afán que los perjudica notablemente. El que sea capaz de entender esto, que lo haga.
Por ello estoy más de acuerdo con Francisco de Asis: “Prediquen en todo tiempo, y de ser necesario, usen las palabras”. Con esto quiere decir que el cristianismo es una forma de vida, que debemos predicar con nuestros hechos y acciones en todo tiempo; y usar las palabras en el momento que sea adecuado. Cuando nuestros hechos hablan tan alto, la gente incluso no oye lo que decimos.
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