A seis años de un suceso horrendo. Por acá en Venezuela no falta quienes celebran el hecho. “Bien, se lo tienen bien merecido”. “Es el pago de E.U. por los crímenes cometidos” “Fue Bush quien ordeno el ataque contra las torres” “Los aviones llevaban bombas”. Toda una larga serie de “brillantes” teorías sobre el caso. No discutiré los errores de EU, que son muchos, tales como el atolladero en que están en Irak, semejante a aquel que se sumerge en un pantano y mientras más trata de moverse, más se hunde.
Lo que sí me gustaría dejar bien asentado es que jamás estaré de acuerdo en celebrar este hecho como algo glorioso, regocijándome en la muerte de seres humanos. Muchos extremistas árabes harán bailes hoy, y no árabes también. No estoy de acuerdo con ninguna guerra, venga de donde venga. Mucho menos puedo estar de acuerdo con las victimas de la guerra o “colaterales”; aunque como dijo el famoso terrorista venezolano Carlos El Chacal en una entrevista:
“no hay victimas inocentes”
Regocijarse en el dolor ajeno es algo que debería ser penado por todas las religiones. El salmo 1 nos expresa:
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
No señores, no me regocijo hoy con ustedes. Mi oración vaya por todos aquellos que sufren en los cinco continentes y mi esperanza en aquel día en que Dios, finalmente, pague a cada uno conforme a su infinita justicia y sabiduría.
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